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 | Por Steve and Bridget Patton

Vivir el matrimonio como un sacramento

La mayoría de las parejas entienden que el matrimonio, si se vive bien, puede ser una fuente de felicidad para toda la vida. Pero también puede proporcionar mucho más. Cuando una pareja vive consciente y diariamente su matrimonio como un sacramento, se abre a la felicidad, tanto natural como sobrenatural. De hecho, su matrimonio puede contribuir a hacerles santos y servirles de tanto anticipo como preparación para la felicidad eterna del cielo.

 

He aquí tres formas prácticas de lograrlo.

 

En primer lugar, recen unos por otros, y recen unos con otros.

Ambas cosas importan. Cuando reza por su cónyuge, deja momentáneamente de lado sus propias necesidades y participa en la preocupación amorosa de Dios por este. Paradójicamente, eso le hace más santo. Cuando rezan unos con otros, digamos en Misa, se unen en el culto invisible, pero no por ello menos real, del cielo. ¿Los beneficios?  Múltiples estudios demuestran que las parejas que van juntas a la iglesia tienen tasas de divorcio mucho más bajas y tasas de satisfacción matrimonial mucho más altas que las parejas que no lo hacen.

En segundo lugar, sean virtuosos y proporciónense ejemplos de virtud unos a otros.

Claro, esto tiene un sentido común básico: las parejas virtuosas suelen ser parejas más felices, y la virtud inspira más virtud. Pero hay aún más a nivel sacramental. Como los obispos de EE.UU. lo expresaron en su documento de 2009, El amor y la vida en el plan divino: “A medida que una pareja crezca en la virtud, crece en la santidad. En otras palabras, la pareja adquiere, por la oración y la disciplina, aquellas cualidades interiores que la abren al amor de Dios y le permiten participar su amor más profundamente”.

En tercer lugar, aguántense unos a otros con paciencia.

Una vez más, hay sabiduría convencional en el adagio: “Nunca dejes pasar una buena oportunidad para mantener la boca cerrada”. Pero de nuevo, también hay una realidad sacramental más profunda: “Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente... El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo” (Col 3, 13). Muchos santos se hicieron soportando con paciencia y amor a un cónyuge difícil. Y a veces, su cónyuge difícil se convirtió gracias a sus oraciones y a su ejemplo de santidad.

Por último, nada de esta transformación en santa felicidad conyugal se produce automáticamente.

Como ocurre con cada uno de los siete sacramentos, los poderes divinos que encierra el matrimonio sólo se activan en la medida de nuestras disposiciones interiores. En otras palabras, si sólo estamos abiertos a medias a las gracias de Dios, sólo las recibiremos a medias. No seamos así.


Steve y Bridget Patton tienen maestrías en teología y asesoramiento, y trabajan como ministros de la vida familiar en la Diócesis de Sacramento.

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