| Por Candace Bryant, editora adjunta, FAITH Catholic

Sta. Margarita María Alacoque

1647-90 | Festividad: 16 de oct.

Patrona de los devotos del Sagrado Corazón

Jesús confió a Margarita María Alacoque una de las misiones más importantes de la Iglesia: difundir la devoción a su Sagrado Corazón.

Nacida en 1647 en Hautecour, Francia, Margarita fue devota desde su infancia. Mostraba una profunda devoción al Santísimo Sacramento y comenzó a practicar la mortificación corporal después de su Primera Comunión. Tras un ataque de fiebre reumática, hizo voto a la Santísima Virgen María de entrar en la vida religiosa.

Sin embargo, cuando Margarita era adolescente, su madre la presionó para que se casara. En obediencia a estas peticiones, Margarita asistía a eventos sociales y se vestía a la moda. Jesús, sin embargo, quería a Margarita para sí. Una noche apareció, azotado y ensangrentado, y la acusó de haberse olvidado de él. Margarita, creyendo que había traicionado a Cristo al abandonar su promesa a la Santísima Virgen, entró finalmente en el convento de la Visitación a los 23 años.

Ya en la vida religiosa, Margarita María siguió recibiendo revelaciones privadas que se convirtieron en la base de la devoción al Sagrado Corazón: La Sagrada Comunión el primer viernes de cada mes, una hora de adoración eucarística los jueves y la institución de la Fiesta del Sagrado Corazón. En otra visión, Jesús invitó a Margarita María a descansar sobre su corazón. Le habló de su amor por la humanidad y de su tristeza por la ingratitud de ésta, pidiéndole que diera a conocer este mensaje.

A pesar del escepticismo de su comunidad religiosa, Margarita María se ganó el apoyo de su confesor. Con el tiempo, la devoción al Sagrado Corazón se extendió y el Vaticano amplió los permisos para la celebración de la fiesta del Sagrado Corazón. Ahora es una solemnidad que se celebra el viernes siguiente al domingo del Corpus Christi.

Margarita María murió el 17 de octubre de 1690 y fue canonizada en 1920. Ocho años más tarde, el Papa Pío XI la reconoció en su encíclica Miserentissimus Redemptor, en la que exhortaba a la Iglesia a reparar al Sagrado Corazón de Jesús.