| Por Allison Ramirez

Recurrir a las Escrituras en busca de orientación práctica

 


Los siete pecados capitales:

Orgullo - Avaricia - Envidia - Lujuria - Ira - Gula - Pereza


A pesar de la nefasta etiqueta de «siete pecados capitales», esta lista habla de tentaciones con las que luchamos a diario como cristianos. Al examinar los cuatro últimos -la lujuria, ira, gula y pereza- seguimos recurriendo a las Escrituras, especialmente a las palabras y acciones de Jesús, en busca de orientación práctica. Cada uno de estos pasajes señala un camino de mayor amor, verdad y paz frente a estas debilidades humanas.

De la lujuria al amor

En Mateo 19, leemos cómo algunos fariseos se acercaron a Jesús para ponerlo a prueba, preguntándole: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?” Jesús responde: “¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: ‘Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne’? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (3-6).

Existe un destino divino entre el hombre y la mujer, que a veces los une más allá de sus propios padres hacia una nueva vida en la que ya no son dos sino uno en matrimonio. Todo ser humano está hecho para amar y ser amado. El deseo de intimidad física es un don de Dios y puede santificarse viviendo plenamente unidos a través de los lazos del matrimonio.

De la ira a la paz

En el capítulo 8 del Evangelio de Juan, Jesús estaba en plena enseñanza cuando los fariseos sacaron a una mujer sorprendida en adulterio, y dijeron tanto a Jesús como a la multitud: “Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?” (5). Aunque los transeúntes están dispuestos a tomar sus piedras contra esta mujer y sus pecados, Jesús los desafía y les dice: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” (7). Uno a uno, cada uno suelta su piedra y se aleja.

La ira puede consumirnos y alejarnos de los demás. A veces, la sentimos contra otro por habernos hecho mal, y queremos que esta se desborde para que resulte en venganza por lo que percibimos como justicia. Pero Jesús nos llama a elegir el amor y el perdón. Recordemos que Él no deja marchar a la mujer sin antes reconocer su pecado y decirle que no peque más. Al corregirla, Jesús dice la verdad con calma y amor; evita que la violencia tenga la última palabra. Estamos llamados a hacer lo mismo, incluso en situaciones difíciles.

De la gula y la pereza a la modestia y la atención

Combinamos los dos últimos pecados capitales del exceso de placer (gula) y la indolencia (pereza), ya que ambos tienen que ver con los extremos, ya sea tomar para nosotros más de lo que debemos o no aportar lo que deberíamos por falta de esfuerzo.

Jesús habla a menudo en el Nuevo Testamento de mantener el cielo en perspectiva, también de cómo nos desenvolvemos en este mundo y orientamos nuestras acciones. En Lucas, Jesús nos advierte contra los riesgos de excedernos, diciendo: “Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida … y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del Hombre” (21, 34-36). Aquí, Jesús nos recuerda que la vida, aunque hermosa, tiene muchas tentaciones atractivas que nos distraen de lo que verdaderamente importa: nuestra relación con Dios y con los demás. Dejarse llevar por las extravagancias nos distrae de nuestro deseo de servir bien al Señor.

En capítulo 11 de Lucas, Jesús proporciona un antídoto para combatir la pereza, que es la persistencia. Dice: “También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá” (9). Si somos perezosos y esperamos oír de Dios, es posible que nos quedemos con las manos vacías, porque el Señor nos llama a pedir, buscar y llamar. También se nos llama repetidamente a lo largo de las Escrituras a tomar nuestras cruces cada día y seguir a Jesús -llevando nuestras cargas y perseverando a través de nuestras pruebas-, no permaneciendo estancados o impasibles.


Allison Ramirez es autora, editora y profesora católica. Tiene un máster en teología con especialización en Historia de la Iglesia.

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