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 | Por Doug Culp

Dos claves para la oración eficaz

Las falsas nociones de la oración, ciertas actitudes “mundanas”, las temporadas de sequedad espiritual, la acedia (o pereza), la distracción y la falta de fe pueden minar nuestra vida de oración. Las oraciones aparentemente sin respuesta suponen otra dificultad que nos tienta a dejar de rezar por completo. Sin embargo, no todo está perdido. Existen dos poderosas claves que nos protegen y ayudan a superar tales desafíos: la confianza y la perseverancia.

 

La fuente de la oración eficaz

La oración eficaz requiere fe. La fe es ese instinto interior a través del cual Dios nos invita a creer en su Palabra. Mediante el poder del Espíritu que mora en nosotros, nuestra fe nos permite ver más allá de lo visible, hacia lo invisible, para que pueda hacerse perceptible.

La fe hace posible que la mente humana crea en la verdad que la razón no puede comprender, basándose en la autoridad del Dios que la revela. Nos permite superar cualquier falta de pruebas, porque confiamos en quien habla y actúa en la historia, especialmente en el acto supremo de amor que es la pasión y resurrección de Jesucristo.

Esta fe en el amor del Padre revelado a través del Hijo es tan crítica, porque es la oración de Jesús la única que hace eficaz la oración cristiana. Jesús reza en nosotros y con nosotros, pero también reza por nosotros. Todas nuestras peticiones “han sido recogidas una vez por todas en sus palabras en la Cruz; y escuchadas por su Padre en la Resurrección”. (CIC 2741)

Esto significa que, si nuestras oraciones se unen intencionada y resueltamente a la de Jesús, con confianza infantil, “obtenemos todo lo que pidamos en su Nombre, y aún más de lo que pedimos: recibimos al Espíritu Santo, que contiene todos los dones” (CIC 2741). Jesús nos promete que este tipo de oración garantiza que se nos dará lo que pedimos y que encontraremos lo que buscamos.

Rezar sin cesar

James Hitchcock, en su History of the Catholic Church, escribe: “Los caminos del Reino son en muchos aspectos el reverso de los de la sociedad humana – el triunfo surge sólo de la derrota, el sufrimiento es el prerrequisito necesario para la gloria, el que quiera salvar su vida debe perderla, el humilde será exaltado, dar es mejor que recibir” (p. 24). La autogratificación inmediata y la autoexpansión son ajenas al Reino. En su lugar, se nos invita a negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguir a Cristo.

La persistencia, por tanto, es fundamental para la vida de oración, especialmente cuando nuestras peticiones parecen no ser escuchadas por Dios. Si esperamos crecer en nuestra fe y aumentar nuestra sensibilidad al movimiento del Espíritu, debemos desarrollar una rutina de oración y atenernos a ella. Debemos presentarnos a la oración, más aún en medio de la distracción, sequedad, persecución y silencio de Dios, con un corazón humilde y honesto que suplique al Padre por nuestras necesidades pero que diga con Jesús: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.


LAS TRES RESPUESTAS A LA ORACIÓN

Hace años, el difunto padre David Link, antiguo decano de la Facultad de Derecho de Notre Dame, ofreció una breve reflexión sobre su experiencia de la oración en su transición de abogado a sacerdote. “La oración puede versar sobre nuestras necesidades, pero nunca sobre nuestros deseos. La oración es una conversación sincera en comunión con Dios. Es simplemente recibir el don de amor de Dios. La respuesta a nuestras oraciones se convierte en la vida que llevamos para Dios, ya que sólo hay tres respuestas dadas por Dios a la oración: 'Sí', 'Todavía no' y 'Tengo una idea mejor'. Observará que el 'No' no es una de las opciones”.

PARA SEGUIR REFLEXIONANDO

Tómese un momento para considerar sus hábitos personales de oración, teniendo en cuenta estas sabias palabras de la Carta de Santiago: “Piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones” (4, 3).

  • ¿Nos tomamos tiempo para pensar si nuestra oración es aceptable para Dios? 
  • ¿Nos consume la exigencia de ver resultados? 
  • ¿Vemos a Dios como una especie de encargado de llenar las solicitudes cósmicas? 
  • ¿Pedimos lo que realmente nos beneficia?

Doug Culp es el canciller de la Diócesis Católica de Lexington.

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