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 | Por Dan Cellucci

¿Quién es el Jefe?

Por qué la gestión puede ser un ministerio, no sólo una carga

Recientemente, un colega utilizó la expresión “gestionar” de manera peyorativa. Tenía una connotación política inauténtica y nefasta: “seguirle el juego” al jefe, simplemente para avanzar o sobrevivir. Como director ejecutivo, me dolió un poco. Lo que escuché fue un retrato de líderes que no son conscientes o buscan ser atendidos. Sé que esto es cierto a veces y quizás la mayoría de las veces, pero no pude evitar preguntarme si, como discípulos, tenemos la oportunidad de ver la “administración” como un ministerio en lugar de simplemente un mal necesario. Si bien puede que no esté en la descripción de nuestro trabajo cuidar de nuestros jefes, sí está en nuestro papel como discípulos acompañar a cualquiera que Dios ponga en nuestro camino hacia la plenitud de vida en él.

Hay tres maneras en que una persona de fe puede gestionar y acompañar auténticamente a quienes lidera.

 

Preguntar sobre las limitaciones o presiones del gerente

Los líderes a menudo se sienten atrapados entre la espada y la pared, con exigencias que provienen de múltiples ángulos. Ofrecer un oído atento y mostrar una curiosidad genuina acerca de sus preocupaciones y puntos de presión más apremiantes hará que el supervisor sea reconocido como una persona más que como un simple receptáculo de problemas por resolver. También puede brindarle al gerente un contexto útil para priorizar proyectos y tareas en su función.

Aclarar antes de condenar

El resultado natural de la comunicación son los malentendidos. Un supervisor a menudo debe comunicar el mismo mensaje a varias personas, cada una con su perspectiva, historia y prioridades. Todo líder debe ser muy intencional para comunicar ese mensaje en el modo del receptor. Todos podemos trabajar por igual en nuestra capacidad de ser buenos receptores. Si algo que dice su supervisor le parece mal, pídale que lo repita, que lo diga de otra manera o utilice una pregunta abierta como: "¿Podría contarme más sobre eso?". Si las palabras del supervisor le provocaron una punzada, intente reflexionar sobre lo que escuchó y por qué le preocupó, suponiendo que la persona no tenía intención de ofender. En este mundo reactivo y acelerado, darles a los líderes la oportunidad de explicarse no sólo es un regalo valioso para un gerente, sino que también demuestra su apertura a los dones de consejo y comprensión del Espíritu Santo.

Atraparlos haciendo algo bien

Muy a menudo, la “retroalimentación” se centra únicamente en los comentarios de “hazlo de otra manera”. Para cultivar una verdadera cultura de retroalimentación, es esencial que todos, especialmente los supervisores, soliciten y brinden retroalimentación no sólo sobre lo que salió mal, sino también sobre lo que salió bien. El enfoque de “no tener noticias es una buena noticia” nunca es útil para un empleado ni para un supervisor. Ofrecer una afirmación específica (cuando esté justificada) no sólo anima al gerente, sino que también puede ayudar a llenar un vacío en su retroalimentación. Finalmente, ofrecer críticas útiles puede contribuir a una cultura de retroalimentación que puede mejorar futuros encuentros.

Si bien no son exhaustivas, estas sugerencias para “liderar” como ministerio comienzan con vernos unos a otros como compañeros discípulos en el camino y reconocer el llamado que cada uno de nosotros tiene a tanto liderar como acompañar en cualquier rol o contexto en el que Dios nos haya colocado.


Dan Cellucci es el CEO del Catholic Leadership Institute.

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