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 | Por Paul McAvoy

Cocina casera de la abuela

El mes de septiembre es un momento perfecto para celebrar a nuestros abuelos. El consuelo que se encuentra en la belleza del otoño se parece mucho al deleite que se encuentra en la relación con los abuelos. Son, o han sido, una luz especial en nuestras vidas, muy parecida a la luz dorada que se encuentra en septiembre. Cuando este año celebremos la Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores el domingo 8 de septiembre, será oportuno reflexionar sobre su importancia en nuestras vidas.

El Papa Francisco estableció la jornada en 2021, el cuarto domingo de julio, cerca de la memoria litúrgica de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús. Los obispos estadounidenses aprobaron el traslado de la celebración al primer fin de semana después del Día del Trabajo para que coincidiera con el Día de los Abuelos en Estados Unidos.

Los abuelos son un tesoro. Ofrecen una profunda sabiduría y experiencia que pueden ser inestimables para guiar a los más jóvenes. Y son decisivos a la hora de transmitir su sólida fe católica. El mismo Papa Francisco, a sus 80 años, reconoce el valor que pueden aportar las personas en sus años dorados. Dirigiéndose a un grupo de mayores, comentó: “¿Cuál es nuestra vocación hoy, a nuestra edad? Custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar de los pequeños. No lo olviden”.

Cuando pensamos en nuestros abuelos, muchos tenemos gratos recuerdos de la “cocina de la abuela”, ya sean galletas de avena, cazuela de judías verdes o puré de manzana casera. La favorita en nuestra familia era -sin duda- el cobbler de manzana de la abuela. Nadie podía hacerlo como ella; era un plato básico en nuestras reuniones familiares. Estos recuerdos de comida y familia perduran para nosotros; son un puente hacia el pasado y ocupan un lugar de honor en el futuro. Historias familiares, momentos de profunda fe y tradiciones navideñas: conexiones importantes que nos ayudan a mantener los pies en la tierra en un mundo que parece cambiar constantemente.

Este mes, disfrute de la comodidad de este delicioso cobbler de manzana -como el que solía hacer la abuela- en compañía de buenos amigos y familiares. Y, mientras lo disfruta, que el tesoro de dones espirituales y recuerdos especiales que ha recibido de sus mayores le vuelva a inundar y ofrecer tanto consuelo como claridad.


Paul McAvoy es un escritor católico del norte del estado de Nueva York. Ha ganado varios premios de Catholic Media Association por sus artículos de fondo.

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Cobbler clásico de manzana

 

Relleno:

  • 5 libras de manzanas ácidas y dulces
  • 1 limón pelado y exprimido
  • ¾ de taza de azúcar
  • ¾ de taza de azúcar moreno compacto
  • 5 cucharadas de harina para todo uso
  • 1 ½ cucharaditas de canela
  • ½ cucharadita de nuez moscada
  • ¼ de cucharadita de sal
  • 1 cucharadita de extracto de vainilla

Topping:

  • 2 ½ tazas de harina para todo uso
  • 1 ½ tazas de azúcar
  • 1 cucharadita de sal
  • 1 cucharadita de levadura en polvo
  • ½ taza de suero de leche
  • 1 huevo
  • ½ taza de mantequilla fría
  • 2 cucharadas de azúcar

Indicaciones:

Pele las manzanas y córtelas en rodajas (de ⅛ pulgadas de grosor). Ponga la ralladura de limón, el zumo y las manzanas en una olla grande tapada, a fuego medio. Espolvoree los azúcares, la harina, las especias y la sal sobre las manzanas y mezcle bien, pero con suavidad. Cocer unos 20 minutos, removiendo con frecuencia, hasta que las manzanas tengan la textura deseada. (No se ablandarán más en el horno).

Retire las manzanas del fuego y añada la vainilla. Vierta el relleno en una fuente de 9x13 y déjelo enfriar. Precaliente el horno a 375 grados.

Mezcle los ingredientes secos para la cobertura en un bol grande. Bata el suero de leche y el huevo por separado y viértalos sobre los ingredientes secos.

Con una batidora de repostería, incorporar el líquido a la mezcla de harina hasta que se forme una masa áspera. Déjela caer uniformemente sobre el relleno de manzana. Cortar la mantequilla en dados de ½ pulgada, salpicar sobre la cobertura. Espolvoree azúcar por encima.

Hornear 45-55 minutos hasta que estén dorados y burbujeantes. Deje enfriar 15-30 minutos antes de servir.