Estable como una roca
¿Has tenido alguna vez uno de esos días en los que te sientes abrumado por la vida? La realidad es que vivimos en un mundo estresante (no es de extrañar), pero Cristo nos llama a no tener miedo. Dios no nos ha llamado a vivir con miedo, sino a apoyarnos en él para obtener verdadera paz, fuerza e identidad como nuestro firme cimiento.
¿Has tenido alguna vez uno de esos días en los que te sientes abrumado por la vida? La realidad es que vivimos en un mundo estresante (no es de extrañar), pero Cristo nos llama a no tener miedo. Dios no nos ha llamado a vivir con miedo, sino a apoyarnos en él para obtener verdadera paz, fuerza e identidad como nuestro firme cimiento.
Construido sobre roca
En el capítulo séptimo del Evangelio de Mateo, Jesús dice que la vida trae inundaciones, vientos fuertes y lluvia. Quizá sean inundaciones literales o de ansiedad, estrés y ruido. Cristo continúa diciendo que los que le escuchan son como los que construyen casas sobre roca sólida. Aunque vengan las inundaciones, caigan las lluvias y soplen los vientos, los que le escuchan están tanto seguros como firmes y no se hunden ni se dejan arrastrar por las tormentas.
En medio de las responsabilidades con la escuela, el trabajo, los deportes y las relaciones, el tiempo real que pasamos en la quietud, escuchando al Señor, nos asienta sobre una base sólida de paz.
Un diálogo
La oración es una conversación, un diálogo con el Dios que te creó. Eso significa que cuando le llevas tus alegrías, tensiones y miedos cotidianos, ¡él te escucha! Se preocupa por tus luchas y cargas cotidianas. Lo ve todo. Esta llamada al diálogo diario también significa que el Dios que te creó anhela darte una misión y revelarte quién estás realmente destinado a ser. Así que respira, quédate quieto con el Señor y recuerda que te ama como a un hijo. Te revelará su plan para que vivas la vida en plenitud absoluta en y a través de él.
Lo más grande
Para construir nuestras vidas sobre esta roca sólida, se nos invita a planificar y programar concretamente tiempo para la oración. Aunque al principio pueda parecer improductivo, es lo más valioso que podemos hacer, porque estamos pasando tiempo real con el Padre. Dios nos da una paz real que no es de este mundo. La paz que Dios nos promete no es la falta de estrés en nuestras vidas, sino un pozo inagotable de apoyo y amor del Padre. Cada vez que entramos en la oración, el silencio, el culto, las Escrituras o los sacramentos, nos enfrentamos a la realidad de lo bueno que es nuestro Señor, que nos ama en abundancia y nos promete nuestro bien absoluto.
Comparte lo que tienes
La paz de nuestro Padre nos fortalece, nos ayuda a crecer en conocimiento y paciencia, además, nos reconforta en momentos de estrés y sufrimiento. Todo esto comienza cuando vamos más despacio, respiramos y le invitamos a entrar mediante la oración. La oración también nos permite escuchar de verdad la voz de Dios y comprender con claridad dónde quiere moverse y actuar en nuestras vidas. Cuando experimentamos una paz verdadera construida sobre una base firme, no podemos evitar compartirla con los demás.
Adam Cross es un terapeuta matrimonial y familiar licenciado en California, y trabajó como ministro de la juventud en su parroquia local durante 8 años. A Adam le encanta integrar la fe católica en su práctica terapéutica.